martes, 15 de enero de 2013

Alergia y Gata. Capítulo I

Cuando Alergia se echó novio empezó a estornudar más que nunca. Sus ojos se empezaron a enrojecer y tenía que frenar la constante tentación de rascarlos.  Los recovecos  de su cama se habían convertido en un escondite perfecto para los kleenex usados y su nariz solo descansaba cuando dejaba entrar aire fresco. Quizá penséis que su incipiente adicción a los antihistamínicos naturales se debía a un estado de desasosiego histérico provocado por los encantos de su interesante dramaturgo, a su inseguridad al descubrir  por las calles mujeres hermosas con cara de solteras, al terror de caer en los errores del pasado,  a la exigencia de tener que ser mejor amante que Sherezade, al miedo de dejar de tener tiempo para ella y sus creaciones. Pues no. Eso ya lo había vivido en su anterior fase, en aquella en la que Alergia y Dramaturgo jugaron al Ser o no Ser  hasta que el sentido común y el cansancio del  sí pero no, no pero sí” dieron paso al me gusta estar siendo a tu lado. La cuestión es que Dramaturgo vivía junto a una gata que echaba tanto  pelo que si lo recopilaba, con seguridad podría montar una fábrica de relleno para cojines. Gata era tan bonita como la luna llena  y tan suave como una nana. A Alergia al principio le daba un poco de reparo, pues aunque era pequeña y  solo sabía hablar gatuno, era evidente que su presencia no pasaba desapercibida en  la casa. En un principio Gata únicamente era sinónimo de estornudo pero con el paso de los días, de su  nombre comenzaron a nacer más significados. A Gata le gustaba hacerse una bolita en su pecho y sus piernas y pasar horas dormida encima de su cuerpo. El calor que desprendía era un sedante que calmaba su prisa existencial y acunaba la niña sedienta  de ternura que en ella vivía. El cuerpecito animal también empezó a convertirse en una  cálida almohada nocturna que inspiraba y expiraba provocando un vaivén  rítmico casi inapreciable. Entre estornudo y estornudo jugaban  por la casa, escondiéndose la una, encontrándola la otra. En cada carrera, las letras de Alergia se enredaban  las unas con las otras convirtiéndose en Alegría resonante y vibrante. Dramaturgo bien conocía la sonrisa interna que la minúscula compañera provocaba en él y disfrutaba viendo como Alergia, con kleenex en mano (porque nunca nada es totalmente perfecto), ampliaba su  territorio Corazón con acordes que años antes nunca se hubiese atrevido a tocar.

Carmen